El camino más corto es, a veces, el más largo

Un relato de: Matías Gastaldi (Plata, Argentina), copyright © 1999
Correo electrónico: matiasgb@hotmail.com

Los días no adquieren sabor
hasta que uno escapa a la
obligación de tener un destino.
Emile M. Ciorán

La vida no es sino una
continua sucesion de oportunidades
para sobrevivir.
Gabriel Garcia Márquez

    Un día como cualquiera tomó una decisión y se lanzó al desierto. En busca de que, mucho no sabia. En realidad uno siempre sabe muy poco cuando deja todo por detrás y se lanza al desierto con lo que se lleva puesto.
    La primera verdad que encontró fue la soledad. Pero eso no buscaba. Tampoco lo entristeció, de a poco uno se va acostumbrando a la mayoría de las cosas, hasta las más terribles. Una de las características más interesantes de los corazones es su capacidad para endurecerse. Los fracasos, las desilusiones, los desamores, todos aportan su cuota y actúan indiscriminadamente y cambian la resistencia ante la vida, y sus jodidos problemas.
    Al principio decidió refugiarse en las ultimas trincheras que le quedaban, y se había acostumbrado a no responder de ninguna forma. Luego decidió salir al descubierto, total su suerte estaba echada. Irónicamente pensó, si todos los perros van al cielo, él tendría un lugar asegurado.

    Los primeros días camino hasta que las piernas se le acalambraron. Hasta que la sed lo abatió. Lo único que pudo hacer fue desmayarse y caer de boca en la tierra árida. Se desvaneció un largo tiempo, hasta que el sol se escondió y el frío comenzó a avanzar de la piel a los huesos. Al poco tiempo se despertó y la oscuridad lo rodeaba por completo. No había luna hace mucho tiempo. Precisamente desde que un gran cometa chocó contra ella y la desvió de su órbita. Hubo dos catástrofes. Los mares cambiaron bastante, la gente cambio bastante. Algunos se volvieron agresivos, y otros muy tranquilos. Ahí fue cuando todos se dieron cuenta de la verdadera influencia de la luna en los humanos. La gran tragedia fue para los últimos románticos. Ya no habría más noches de enamorados, luego de que la luna llena no apareciera cada tanto en el firmamento.

    Un grupo de científicos dedujo que de no haber estado la luna aquel día, en aquella posición, el cometa hubiera chocado contra la tierra. Y eso si que hubiese sido una catástrofe.

    Solo quedaban las estrellas. Y bastantes, una gran cantidad que inundaban el firmamento en toda su inmensidad. Él miro durante más de una hora el cielo. Hace mucho que no lo hacia. Una estrella fugaz cruzó el cielo y pidió un deseo. Que todo fuera como no tenia que ser, que todo fuera extraño y distinto. Se acostó en el suelo, boca arriba, y siguió mirando hacia el fin del universo, en busca de algo que llenara su ser, pero sólo encontró el vacío. Este vacío le despejó el alma y lo hizo sentirse más solo que nunca.
    Dos estrellas fugaces cruzaron el cielo y dudo acerca de la verdad de los deseos pedidos a esos fenómenos naturales. Pero entre dudar y confiar, se decidió por lo segundo. Necesitaba algo en que apoyarse para existir, y para eso puede valer algo tan insignificante, o no, como una luz en el cielo oscuro.

    Durmió durante horas. Cada tanto se despertaba y seguía si sin poder ver nada.

    Las horas de sueño pasaron como generalmente pasan. Como si en un segundo te vas y en otro segundo te despiertas, y pasaron horas pero no se sienten, más que en el cansancio que ya no está y en alguna que otra gana de seguir, para luego volver a dormir. Después de todo ese tiempo, despertó y todo a su alrededor seguía siendo oscuridad. El suelo estaba húmedo, y el frío comenzaba a sentirse. Decidió caminar hacia algún lado para combatir la baja temperatura que lo atacaba. Lo único que no deseaba era ir por donde había venido, cosa que podía llegar a ser fatal para el proceso que había comenzado. Quería estar solo. Era una prueba que debía superar, y tendría que empezar solo.

    Pensó en buscar la cruz del sur para orientarse, pero no la encontró. Así que comenzó a caminar hacia donde le parecía. Le resultaba muy difícil caminar en un lugar que parecía un gran cuarto oscuro. La ventaja es que esto le permitía pensar mucho. Al principio no tanto, ya que el miedo lo dominaba cada tanto y le impedía pensar. Estaba pensando siempre en que algo lo podía atacar, en que podía chocar contra algo y lastimarse tanto como para no poder continuar su marcha. Pero luego de que pasaron unas horas, y nada le impedía el paso, dejo su mente libre y le ordeno a sus piernas que caminaran, mientras su mente volaba. Muy alto, demasiado alto.
    La calesita giraba y giraba. De un lado un avión volaba hacia su destino, un auto lo seguía en una gran persecución que no terminaría mas. Mientras la música sonaba al compás de las vueltas, él corría una carrera interminable sobre un corcel blanco imbatible. Luego, en el horizonte apareció el gran desafío. El caballero con la sortija ubicado en el borde del camino, y el juego de sacársela para seguir cabalgando una vuelta al universo, algunos siglos más. En ese pequeño universo, muchos peleaban por el premio, pero las chances de ganar del pequeño caballero eran mayores. Su corcel era imbatible, y su habilidad inmensa. En el primer intento falló y pensó que ya no podría darse el lujo de fallar otra vez más. Las oportunidades pasan pocas veces por la vida y tendría que aprovechar esta ultima vez. Espero el momento justo para tirar el zarpazo, pero cuando estiro su brazo para tomar la sortija, el hombre se corrió para atrás y el tuvo que despegarse de su corcel para triunfar. Y lo hizo. Tomó la sortija con su mano derecha, pero perdió el equilibrio y sintió que lo peor vendría en ese momento. Sintió que volaba, que ya no estaba sobre la calesita, y que el mundo era suyo, y el suelo que estaba debajo suyo también. Fue un encuentro muy agradable. Digamos que fue de golpe. Lo vio acercarse más y más, segundo a segundo, y cayó. Como se cayo de la vida. Como se había caído hace unos días, y como hoy vagaba por quien sabe donde.

    Siempre recordaba su calesita, aunque después de esa caída nunca más volvió a subirse a una. Y pensó en su vida, y si alguna vez volvería a subirse a ella. Deseo que si, quiso que alguna vez se diera una oportunidad de volver, pero aún no estaba preparado.
    Recordó que estaba caminando y miró hacia el suelo. La luz no alcanzaba para ver sus pies, solo veía sombras y más sombras, pero si los sentía. Sus pies estaban cansados y pensó en recostarse en algún lado. Buscó un lugar apropiado y lo hizo, y fue cuando comenzó a caer, muy rápidamente, y lo único que puedo hacer fue gritar. Muy fuerte. Hasta que quedo en forma vertical, y todo se detuvo. Se dio cuenta de que estaba parado en algún lugar. Quizás en el mismo que estaba antes, o no. Lo único que sabia era que estaba muy asustado. Era desesperante la sensación que había sentido segundos antes. Y no quería volver a sentirla. Pero recapacitó, para no que no vuelva a ocurrir ¿tendría que seguir parado por siempre? Era una posibilidad. Y quizás tendría que realizar otra prueba para estar seguro. Había que arriesgarse, total, otro golpe como el de la calesita no habría jamás.
    Lo primero que hizo fue arrodillarse, lentamente. Primero una pierna, luego la otra, hasta que pudo tocar el suelo con las manos. Con su mano derecha tomo un poco de arenilla y dejo que se escapara entre sus dedos. Entonces le pareció que la caída había sido en sueños, y que nada había pasado realmente. Y de una forma u otra se sintió aliviado. Decidió seguir caminando, ya no podía quedarse quieto. Al menos hasta que llegara a algún lado. Cuando fue a levantarse para continuar con su caminata sucedió lo que no esperaba. Una piedra bajo su zapato lo hizo tropezar y quedó tendido boca abajo en el suelo, si es que había uno. Los primeros segundos gritó como en la primera vez, pero luego se dio cuenta de que era inútil. Inclusive hubo momentos en los que disfruto de esa extraña caída libre. El aire que chocaba con mucha fuerza contra él y esa libertad que le llenaba el alma. Era como volar pero con una pequeña diferencia de dirección. Donde la única dirección posible es hacia abajo, cosa que no pasa con la gran posibilidad, y utopía humana, de volar. El miedo en él no tardó mucho en volver. El terror de que en algún momento la caída se terminara. El terror de encontrarse con un suelo no muy amigable, y descubrirse hecho pedazitos y sin ninguna posibilidad de que el corazón vuelva a latir.

    Intentó mirar a su alrededor, pero seguía sin poder ver nada. Hizo un gran esfuerzo para tratar de ubicarse en forma vertical, para que todo se detenga. Puede sonar fácil, pero desde el primer momento le fue muy difícil lograrlo. Pero al fin pudo comprobar su teoría. De un segundo a otro todo se detuvo, y se encontró parado otra vez en medio de la misma oscuridad de ante, y con las mismas sensaciones. Hubo un pensamiento que lo aterró. Con esta situación, el no podría descansar, al menos acostado. E intentó buscar alguna forma de como lo haría una vez que el sueño lo obligara a dormir.

    Por el momento se dedicó a caminar, siempre hacia el mismo lugar, buscando algo distinto, algo nuevo. No sabia muy bien adonde iba, e intentaba olvidar de donde venia, por momentos lo lograba y se encontraba tan vacío como libre, quizás único y solitario.

    Por un momento creyó que su destino era ese, ser un vagabundo, y ser por siempre un navegante en el mar de la oscuridad, y nada más. La soledad del momento no lo alteraba. Lo único que podía llegar a asustarlo era la posibilidad de que fuera eterna. Pero él se lo había buscado, él había decidido caminar hacia un destino que no conocía y que tal vez el deseara alcanzar.

    En otra parte del mar de la oscuridad, había una casa, la parte exterior de ella no se conocía. La luz nunca alcanzaba para verla por fuera, aún con la luz que despedían las velas que podían verse dentro, y que con mucho esfuerzo iluminaban el interior. Melodía, así era el nombre de la mujer que habitaba la casa. Había intentado salir más de una vez al exterior con una vela, pero sucedieron muchas cosas, la oscuridad se devora a la luz y es inútil intentar esas cosas.

    Ella llegó a la casa de la misma forma que el caminante. Ella quiso abandonar todo y se lanzó al desierto y se perdió en la oscuridad. Caminó y caminó hasta que una vez se topó con una pared, y tanteo hasta que encontró algo que parecía una puerta, la abrió y ahí se quedó. Esa es la casa de los que se pierden para siempre y nunca más vuelven.
    Una vez intento salir de la casa y casi lo paga muy caro. Estuvo como tres horas para encontrar de nuevo la casa, y un poco menos para encontrar la puerta. Desde aquel día, y para evitar eso, se ata una soga a la cintura y luego a la cama, y así evita cualquier peligro. Sale para ver si hay algo bueno, para ver si cambia algo, pero siempre la ataca una extraña sensación y vuelve a encerrarse en la casa.

    Ya no se acuerda por qué vino a parar a este lugar, justamente una de las cosas "mágicas" que tiene este lugar es la posibilidad de hacer olvidar el porque uno decidió irse de donde proviene. Tampoco trataba de recordarlo, ya no le importaba para nada, le daba lo mismo cualquier cosa y lo sabia muy bien. A veces siente algo, pero nunca puede llegar a definir que es, son como rezagos de algo que la hizo sentir muy mal hace mucho tiempo, pero ya no, y todo gracias al mar de la oscuridad.

    La casa la había encontrado desordenada. Lo primero que tuvo que hacer fue echar a la oscuridad que había dentro, y para eso utilizo unas velas que encontró en un baúl. Siempre sacaba velas de ahí, pero nunca se vaciaba, siempre se mantenía lleno. Al igual que el aparador que había sobre la cocina a leña y el cajón donde se guardaba la madera. Siempre estaban llenos, no importaba lo que se hiciera, siempre al otro día se lo encontraría lleno. No sabia que magia había en el lugar, y tampoco se preocupaba mucho, lo que sabia era lo que pasaba y punto. Era un pequeño milagro que ya era común, y lo aceptaba sin sorpresa.
    Él seguía caminando. Pensó si en realidad había alguna dirección hacia donde ir. Pensó que por más que caminara nunca llegaría a ningún lado. Pero eso no lo desmoralizaba en lo más mínimo, al contrario, siempre buscaba la posibilidad de plantearse un desafío, y ese desafío era buscar que había en la oscuridad, y tratar de saber a donde iría, o si tal vez volvería.
    Ansiaba mucho descansar también, las malditas caídas repentinas se lo impedían y soñaba con dormir, aunque sea una vez en posición horizontal. Ya había intentado hacerlo parado pero le fue imposible. Más que nunca deseo ser un caballo para poder dormir parado una sola vez, pero su deseo no podía hacer realidad, al menos racionalmente.
    Cuando logró acordarse de lo que estaba pensando, se durmió profundamente, durante largo rato y hasta pudo soñar. Soñó imágenes raras y confusas, pero rápidamente lo olvido. Cuando despertó se encontró mejor, hasta distinto, con más fuerza que antes, y con más ganas.
    Había algo que lo incomodaba. Algo distinto había en él. Pero desafortunadamente no podía mirarse en nada para descubrirlo. Sintió un caminar distinto, intento tararear una canción y no pudo. Se dio cuenta, gradualmente, como quien no quiere la cosa, de que no era el mismo de antes. Lo que siguió fue una asociación de pensamientos, intento mover las piernas y los brazos, y pensó en herraduras, agitó su cabeza y penso en una crin, y cuando quiso gritar lo único que salió fue un relincho.

    Al principio se asustó bastante y lo único que pudo hacer fue correr. Corrió hacia algún lugar, sin destino fijo, hasta que su corazón no pudo más. Sentía los latidos en sus oídos, y estaba muy confundido, no sabia que pasaría. Le costaba pensar, recordar y saber cual seria su futuro, pero se dio cuenta de que tendría que calmarse. Y esperar, esperar mucho, quizás el tiempo cambiaría esta situación. Decidió quedarse estático, en la posición en que todo había comenzado, para ver si todo volvería a la normalidad. Y busco el deseo, pensó con mucha fuerza que quería que esto terminaría, o que esto fuera un sueño en el que el era caballo, pero que al despertar, nada fuera real. Creyó haberse dormido, porque de pronto no pudo moverse, y comenzó a dolerle el cuerpo y sintió que iba a desmayarse, sus piernas se doblaron, y se encontró arrodillado y llorando por un dolor que no era común, y que poco a poco se iba desvaneciendo, dejando paso a otro dolor. Al dolor de ser humano, de pensar, de saber demasiado, de no poder morir en la ignorancia de la existencia. De no poder morir sabiendo que se fue uno más. Tan doloroso como extraordinario. Porque siempre estamos buscando aquella persona que nos ayuda a aliviar la existencia y siempre la encontramos, no importa donde, pero siempre está.
    Lo primero que hizo fue palparse. Sentir que tenia brazos y piernas. Sentir su cara y su pecho. Luego se puso a cantar y grito muy fuerte, como para saber que tenia voz. Caminó cantando y muy dentro de él sintió felicidad. La primera canción que le vino a la mente fue esa que decía "toda la noche hasta que salga el sol, tocando en una banda de rock and roll, sin parar" y eso le causo mucha risa, al recordar que él vivía una eterna noche.

    Ella pensó que había escuchado algo. Casi siempre escuchaba cosas, voces que luego no era nada y otras tantas cosas. Pero esta vez era muy claro, un hombre cantaba y ella no lo estaba imaginando. Trato de reconocer la música, pero no pudo, intentó tararearla pero falló. Le dieron ganas de salir, buscó la soga y la ató rápidamente a la cama, a la única que había en la habitación, y que era el único objeto que no podría pasar por la puerta de ninguna manera. Se ató la soga a la cintura y abrió la puerta de para en par. Aun después de haberlo hecho incontables veces, se seguía sorprendiendo. Dentro de la casa la luz alcanzaba para mantener el ambiente iluminado, pero un centímetro más allá del umbral, ya no se veía nada. Absolutamente nada. La oscuridad era completamente cerrada, no dejaba ni la más mínima posibilidad a que un rayo de luz la venciera. Era imbatible. Pero ya le había perdido el miedo, estaba acostumbrada, total, más que oscuridad, no iba a haber nada ahí afuera.
    Lo más impresionante de la salida es el ver como la oscuridad lo devora todo, como al introducir alguna parte del cuerpo en ella, esta desaparece y pasa a formar parte de la nada. Salió y sintió un mínimo miedo corriendo por sus venas, los primeros segundos, pero luego se sintió como un pez en el agua. Escucho el canto a lo lejos, parecía alguien que estaba eufórico, todavía seguía con la misma canción y aun no podía reconocerla. Luego escucho una risa y trato de imaginar al sujeto riendo, y se contagio. Rió en silencio y por momentos se sintió contenta, cosa que hace mucho no pasaba. La soledad tan buscada la tenia mal. Se dio cuenta de que necesitaba ver a alguien y comenzó a gritar a ver si alguien respondía.
    La risa lo había dejado exhausto, le dolía la cara de reírse. Pero ese momento se cortó de un momento a otro. Había escuchado algo, y se quedó en silencio para saber si era verdad. Y lo era. Alguien estaba gritando y quizás ese grito era para él. Pero se quedo en silencio, para escuchar. Era una mujer. Y a pesar de que gritaba, se notaba que tenia una voz agradable. A pesar de que parecía estar lejos se oía muy claro lo que decía:

    -¿Hay alguien ahí? ¡¡¡Responda por favor!!!

    En silencio trato de saber de donde provenía, pero por algo era muy difícil. Quizás por alguna otra magia del lugar era complicado adivinar eso.

    Sintieron desesperanza. Por más de una hora estuvieron buscándose. El hombre gritando y caminando de acá para allá. La mujer hasta donde el cordón umbilical que la unía a la casa le permitía.

    A Melodía se le escapo una lagrima, y no supo bien porque. Emoción tal vez, pensó, y seguía tanteando de un lado a otro.

    Por un momento él desconfío. Creyó que todo era un sueño y decidió quedarse quieto. Se quedó parado, pero el sueño no lo llevaba a ningún lado. Se pegó en la mejilla y se pellizcó un brazo, y le dolió mucho. Por lo que descartó la posibilidad del sueño. Y se dio cuenta de que la realidad era algo en dudas mas de lo que se existe y se desmoronó en mil pensamientos confusos. De los que despertó al escuchar otra vez a esa mujer en algún punto de la nada, quizás muy cerca, pero tan lejos.
    Se recompuso al pensar en que nunca más volvería a caerse de la calesita, y pelearía por esa sortija que pudo alcanzar, pero esta vez evitaría el golpe. Estuvo dando vueltas durante horas y la música se escuchaba en su cabeza. En vez de ver la oscuridad, decidió cerrar los ojos e intento dejarse llevar por el instinto. Pensó que de esa forma, si tendría que pasar, pasaría. Si tendría que encontrarse, se encontraría. Apostó al destino, y a pesar de los sucesos del pasado, creyó con mucha fuerza que esta vez si ganaría.
    El encuentro fue tan impredecible como terrible. El susto fue mayúsculo, y la emoción también. Si bien los dos se habían lanzado al desierto en busca de la soledad, ese pequeño instante los reconforto mucho. Al principio creyeron que todo era una ilusión del lugar. Muchas veces había creído cosas que luego no eran ciertas. Sonidos, imágenes, sensaciones, que de un momento a otro se desvanecían en una nada dominante. Y ese instante era lo más parecido a la soledad. En aquel momento uno debía soportar esa gran cantidad de dolor que busca doblarle las rodillas al alma para impedir que uno camine. Eso habían aprendido en el tiempo que estuvieron, uno vagando por el lugar, el otro encerrado en la casa, esperando tal vez a alguien que no conocía, esperando una solución, algo que le dijera que su tiempo había terminado, al menos en ese lugar.

    Qué irónico. Salieron del mundo para buscar la soledad, y se encontraron para compartir ese oscuro mundo en que el mar de la soledad es el más ancho, y que cuando te ahogas, te ahogas de verdad y no es un simulacro de sentimientos. Es la verdad, es así, más que una prueba, mucho más que eso.
    Luego de ese momento de incertidumbre pasó. Se entregaron a todo aquello que podían sentir. Paso algo muy raro, no supieron que decir. No supieron como empezar, ni que hacer. Él recordó alguna cita a ciegas que tuvo hace tiempo y una pequeña risa le asalto la boca. Por un instante hicieron como si estuvieran mirando, cosa imposible, ya que si les era imposible mirarse a si mismos, menos probable era que se pudieran ver el uno al otro.
    Él la tenia agarrada del brazo y no quería soltarla por nada del mundo, si había aprendido algo de este lugar era que muchas cosas podían pasar, y especialmente si eran raras.

    -Hola - dijo ella, como con timidez, para ver que pasaba. El entre sorprendido y nervioso intento responder:
    -Hola - y enseguida le dio un poco de pudor el estar agarrado al brazo de ella, y quiso disculparse - ¿te molesta que te agarre así? - se arrepintió por lo dicho, y ella quiso aclarar la situación.
    -Deja, no importa, ya se porque lo haces. Agárrate, y seguime que si no te vas a perder.

    Él se ubicó a su lado y apretó un poco su mano, lo suficiente como para sentir el calor de ella, y como para saber que tenia un brazo delgado y delicado. Caminaron un rato en silencio, hasta que él pregunto a donde se dirigían.

    -Al final de la soga, a la casa, al único lugar donde hay luz."

    Sintió una extraña sensación, mezcla de ansiedad y alegría. Muchas preguntas surgían en su cabeza, pero ninguna forma para hacerlas. - ¿Hace cuanto tiempo estás acá? - pregunto de una vez.

    -He aprendido que acá mucho es poco, y escaso es demasiado o bastante según el caso. Este lugar nos transforma, has cosas que no funcionan o que funcionan mal. También hay cosas inexplicables, y son el precio de estar acá.

    Luego de que ella describiera el lugar de una forma muy particular, no sintió ninguna presión como para formular otra pregunta.

    -¿Por qué estas acá? Ella detuvo su andar, y se hizo un silencio que permitió escuchar la respiración de ambos, una y otra vez. Él se imagino que ella estaba mirando hacia a delante, con la mirada perdida. Y si hubiera un sol, se vería a lo lejos, atardeciendo. Y si hubiera música seria una música que denotara mucha melancolía. Y si fuera una escena de película, seria la parte triste. Y...

    -No recuerdo.. - dijo - Simplemente no recuerdo. Creo que aquí vine para olvidar, si debe ser eso, si la memoria no me falla, creo que estoy aquí para eso.
    -Si la memoria no me falla, vaya ironía - pensó él e internamente se rió, cuidando de que por fuera no se notara. Caminaron otro rato en silencio, ella agarrando la soga, y el tomado de su brazo. Melodía recordó que el hombre venia cantando una canción, y nuevamente le volvió la curiosidad por recordar cual era. Y si la conocía.
    -¿Cómo era la canción? - preguntó ella, haciendo parecer que el dialogo entre ellos dos se iba a limitar a preguntar y responder y nada más que eso. Pero igualmente esa pregunta lo tomó por sorpresa, y el nerviosismo le sacudió el cerebro, y solo atinó a responder con otra pregunta:
    -¿Qué canción? - dijo mientras trataba de recordar la letra y el ritmo.
    -Esa, que venias cantando - e intentó tararear una vez más la canción sin ningún éxito.
    -Ah, ya recuerdo - y se largó a cantar, un poco más lento, como sabiendo que ella quería aprenderla también. La primera vez, la escucho atentamente, y la segunda la cantó, con algunos errores, pero a la tercera ve ya sonaba como un himno entre los dos y se reían a carcajadas. Cantaron hasta el cansancio. No se pudo evitar el regreso del silencio y nuevamente escucharon su respiración. Monótona, y como estando pendientes el uno del otro, como tratando de imaginar a esa persona que en algún lado de la oscuridad quizás esperaba lo mismo del otro, una respuesta.
    -¿Adonde nos dirigimos? - preguntó él. Melodía le hablo de la casa, y de que era como una isla de luz en la gran oscuridad, y sintió algo que no había sentido hasta ese momento. Una gran ola de curiosidad se abalanzó sobre él, inundándolo. ¿Cómo seria ella? ¿Cómo serian sus ojos, su boca, sus manos? Gran intriga gran. Al por mayor y en Cinemascope. Cuando tomo conciencia de donde estaba, se encontró totalmente aferrado al brazo de ella, apretando sus dedos con un poco más de fuerza que antes. Ella le preguntó si estaba nervioso y eso le hizo pensar que podía leer sus pensamientos. Aflojando un poco la presión de sus dedos sobre el delicado brazo, le dijo que no, que no era nada, disimulando cualquier rastro de nerviosismo en su voz.
    -Bueno igualmente si lo estas, todo bien. No pienso hacerte nada. No soy la parca llevándote hacia la muerte. Quédate tranquilo. - Caminaron largo rato, hablando de cosas sin importancia, de insignificancias, durante un tiempo largo, hasta que finalmente ella se detuvo imprevistamente y le dijo:
    -¿Estas listo? - Y antes de que pudiera responder, ella lo empujo con una mano y el se encandilo. Fue como mirar un sol que estaba en todos lados. Cerró los ojos hasta que pudo ver de nuevo. Esa oscuridad profunda le había hecho mal, muy mal, y el estar en un ámbito tan iluminado, le pareció como haber nacido de nuevo. Y quizás si. Fue como venir al mundo. Le hubiese faltado llorar nada más, y ser recibido en brazos de alguien, pero eso fue hace mucho tiempo, y ni siquiera lo recuerda.

    Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz pudo percibir en donde estaba parado. Giró su cabeza para un lado y para el otro, tratando de conocer el lugar. Tratando de ambientarse. Entre tonalidades oscuras y luces extrañas, entre doradas y de un tono estilo atardecer, pudo descubrir que estaba en una habitación. Muy decorada, mas que eso, abarrotada de objetos, entre ordenada y desordenada. En las paredes abundaban estanterías, todas repletas de objetos de todo tipo. Había una llena de relojes, todos andando a primera vista, otra repleta de billeteras, y otra con pelotas de todo tipo. Había otra donde abundaban anillos, cadenas y todas esas chucherías, trato de mirar todo, y también de comprender que era todo eso. Su mente en blanco le impedía llegar a una conclusión. Se inquieto bastante por el hecho de que alguna maldita explicación tendría, pero a nada pudo llegar.

    -Mi teoría es que este es un lugar donde van todos los objetos perdidos - escuchó a sus espaldas y enseguida reconoció la voz y giró para ver, de una vez por todas, de donde provenía. Volvió a repetirse el primer encuentro, pero esta vez un poco más mudo, y con dos pares de ojos mirándose, cruzando la habitación, ella parada en la puerta, con la soga en la cintura y él en la otra punta, con la luz de las vela jugando en su cara.
    Sin clavarle la mirada, el trató de observarla y no tardó mucho tiempo en darse cuenta de su particular belleza. Mientras ella se sacaba la soga, pudo mirar sin que ella lo notara. Tenia el pelo muy largo, lacio y negro, quizás con alguna tonalidad violeta. Hizo un calculo a ojo y se apostó a si mismo que le llegaba a la cintura.

    -¿Cómo es eso de los objetos perdidos? Dijo demostrando el mayor interés posible, mientras se acercaba a los objetos que llenaban las repisas de las paredes. Tomó varios de ellos, los palpó para ver si eran reales, los analizo uno a uno, como si pudiera llegar a adivinar el origen.
    -La cosa es tan simple como complicada. De vez en cuando, durante esta interminable noche, comienza a relampaguear, y las centellas invaden el cielo. Con cada uno de ellos se comienzan a escuchar ruidos de todo tipo, metálicos, plásticos, o ruidos insignificantes, como ruidos sordos. Ahí te das cuenta de que comenzaron a llegar, a "llover", - dijo esto haciendo la inevitable seña de las comillas - los objetos que vienen del mundo ese que una vez nosotros dos habitamos.

    La cara de preocupación y confusión no tardo aparecer en el rostro de él.

    -Entonces venimos a ser algo así como objetos perdidos...
    -Supongo que si, la diferencia es que nadie nos perdió, solo nosotros mismos nos encargamos de eso, somos los únicos culpables.

    Mientras ella se desataba y acomodaba la soga junto a la cama, él se acercó a la puerta y trató de mirar un poco más allá del umbral.

    -¿Un lugar raro este no?
    -Raro - respondió ella como tratando de adivinar lo que él pensaba - no esa no sería la palabra, un poco más que único, extravagante, y hasta en un cierto punto magnifico.

    La intención de Melodía era contagiarle a él su entusiasmo, su fascinación por el lugar. Es que no quedaba otra. En este lugar o te fascinas o terminas aburriéndote espantosamente, y si te agarrara un ataque solo pensarías en una cosa, salir corriendo hacia la oscuridad durante una tormenta para tratar de encontrar la primer bala perdida que aparezca y lograr que te mate, si es que la muerte no se ha perdido también por allí. Ella le siguió hablando y él parecía muy interesado en mirar más allá de la puerta, con su curiosidad infinita. Al siguiente instante perdió interés por la puerta y miro hacia donde estaba ella. Se lo veía pensativo, su cara denotaba una creciente preocupación, y parecía como si tratara de comprender algo más allá de su capacidad, algo trascendente. ¿El sentido de la vida quizás? ?La existencia de la vida después de la muerte? ¿Estamos solos en el universo? Con cada segundo que pasaba, parecía dispuesto a formular una expresión filosófica que quizás cambiaría la concepción del mundo, y del universo mismo. Así fue como en cuatro palabras resumió todo:

    -¿Dónde conseguís la comida?- Internamente Melodía sabia que podía venir algo así, por eso no se largo a reír.
    -Es algo así como un canje. - le respondió mientras buscaba la mejor forma de explicarle.
    -Un canje... ¿Cómo es eso?
    -Bastante fácil, ¿ves el baúl que esta junto a la puerta? - Ella señalo un baúl de madera con tachas de hierro, un cerrojo que parecía un chiste de cerradura, y de un tamaño que lo hacia visible hasta para el más ciego.
    -Si lo veo, como para no hacerlo.
    -Bueh la cosa es que con los objetos que caen luego de la tormenta se puede conseguir la comida. - Él frunció el ceño y miró a Melodía de una forma muy rara, como indicándole que si quería hacerle entender algo, iba por mal camino.
    -Es muy simple - continuo explicando - llenas ese baúl con algunos de esos objetos que están en las repisas, lo sacas afuera y luego de un rato ellos pasan, y listo el canje.
    -¿Ellos? - preguntó él, que ha esa altura ya estaba totalmente desorientado.
    -Me parece que la mejor forma de que lo entiendas va a ser que lo lleve a la practica, ¿no?
    -Me parece que si, no es que sea medio lento para entender las cosas, espero que no creas eso de mi. Para algunas cosas me doy maña, no serán muchas, pero siempre uno tiene ciertas habilidades...
    -¿Por ejemplo? - contestó ella demostrando un sorpresivo interés.
    -Algunos decían que para mentir. Lo que nunca supe era si mentían o si lo que decían era pura verdad. Por mi parte siempre creía en eso de las mentiras piadosas. O sea una buena mentira, ajustada al molde de la verdad, pasa inadvertida. Y mas de una funciona mejor que la maldita verdad.

    Ella lo miró y con su expresión le dio la razón.

-    Esa es una buena mentira para tapar la maldita verdad - agregó ella mientras abría el baúl y lo colocaba en el centro de la sala.
-    Es cierto, pero funciona, al menos para tranquilizar el alma. ¿Quien no ha mentido, al menos una vez en su vida?
-    Yo nunca mentí. Siempre dije MI verdad...

    Él no pudo evitar una carcajada, y ella tampoco.

    -¿Seguimos usando el método de la mentira piadosa o acaso ahora es desfachatada?
    -No sé, vos sabrás ¿o acaso no eras el habilidoso?
    -Tampoco tomémoslo tan así... todo el mundo va a creer que al fin y al cabo soy un mentiroso, y las cosas no son así.
    -Bueno, bueno - replico ella de la forma mas seria posible - mientras no te moleste, lo vas a poder seguir haciendo. Salvo que el quitamanchas de tu conciencia no funcione o directamente no lo tengas.

    Después de lo dicho por Melodía. Pensó un poco, miró hacia el techo, miró hacia el suelo, llevó una mano al pecho y la volvió a mirar a ella.

    -¿Conciencia? Con ciencia se vive en los laboratorios. No me jode mucho. Lo que si me jode mucho es ese que reprocha tanto de vez en cuando. Lo trato bastante seguido y te puedo decir que es un gruñón.

    Ella no pudo evitar una sonrisa, una sonrisa leve que le encendía el rostro de una manera especial.

    -Hace poco tiempo me estaba molestando por algo que no recuerdo, me jodio tanto, que fui a un bar y lo ahogue en alcohol. Practica que no recomiendo hacer muy seguido. Días después volvió mansito y tranquilo, y comenzó a reflexionar sobre cada cosa que iba a decir.

    Melodía se seguía divirtiendo con la ocurrencia. Eso lo incitaba a seguir, porque sabia que a ella le gustaba.

    -¿Ponemos algo en el baúl? Es la primer regla para cerrar el trato con los murmullos.
    -¿Murmullos? Un momento, antes eran ellos, ahora son "murmullos" ¿tenes idea de que son?
    -La verdad que no, pero eso de ponerle un nombre a las cosas ayuda bastante a que las cosas mismas no te superen o te confundan demasiado.

    De alguna manera todo lo que decía ella sonaba coherente.

    -Eso es cierto, al menos no te enfrentas a la nada.

    Comenzaron a seleccionar los objetos que colocarían en el baúl para hacer la demostración. Primero recorrió las repisas con la vista mientras que Melodía ya agarraba objetos sin hacer mucha selección, y sin mirar que era aquello que despachaba o no. A él le pareció interesante hacer esta especie de ritual que había que llevar a cabo cada vez que uno quisiera comer, le parecía interesante y hasta le gustaba.
    Comenzó a buscar un objeto cualquiera, como si estuviera buscando algo pero sin buscar nada. Primero tomó cuatro llaveros de una caja completa hasta el borde. Uno parecía ser de un Ford, otro de un Chevy, y los últimos dos eran de casas. Llaves comunes, no de cerraduras que parecen ser chistes de cerraduras, como la del baúl, pero tampoco aquellas que inspiran temor a un ladrón en el instante de intentar abrir la puerta con una ganzúa o una barreta.
    De otra caja eligió unas piezas de ajedrez, la mayoría eran peones, chicos y fáciles a la hora de perderlos. Abundantes, pero en escala, mucho menos importantes que algunas otras piezas en el reino del tablero de ajedrez. De otra caja tomo algunos anillos, unos colgantes y una decena de aros de una caja grande que estaba en la esquina junto a la chimenea. Todos perdidos, de alguna manera inocentes y sin saber cual había sido su destino.
    Miró hacia otra repisa y vio una llena de relojes de todo tipo. Grandes, pequeños, digitales, con agujas. Pudo diferenciar a simple vista uno, que le llamo bastante la atención. Estaba atornillado contra la pared, junto a otra repisa.

    -¿Para que es ese reloj? - preguntó al aire esperando una respuesta desde la otra punta de la habitación.
    -Aunque no lo creas y si no lo crees lee el libro negro aquél, - dijo Melodía mientras señalaba un libro que estaba sobre la mesa - es el reloj de las horas perdidas, es por eso que aquí no corre el tiempo, porque ganamos todas las horas que los demás pierden.

    Él solo pudo hacer una cara demostrando que le podía llegar a creer como no.

    -Algo parecido es el frasco que esta en la repisa a la derecha del reloj, - continuo diciendo ella - ese que esta medio empañado. Ahí se guardan los suspiros perdidos por los amantes en las esquinas de los barrios una vez que han sido abandonados. La mejor forma de ponerse triste es abriéndolo y aspirando dentro. Nunca falla, y es muy difícil recuperarse de una dosis de eso.
    -No se como definir que siento ante todo esto - dijo él mientras recorría con un vistazo la habitación - estoy entre asombrado y maravillado, pero sacaré una conclusión luego de leer ese libro que mencionaste.

    Completaron el baúl con unos cuantos botones, unas cucharitas de plata, unos tornillos y unos cuantos puñados de bolitas de vidrio, o canicas según el país donde se hayan perdido, de una cajón en las que abundaban. Anudaron la soga a una de las manijas del baúl y lo empujaron hacia la oscuridad a donde "ellos" esperaban.
    La intriga dentro de él seguía creciendo. Si bien ella le había dado dos nombres, eso no le alcanzaba para hacerse una figura en la cabeza. Imagino a un grupo de enanos, como los de Blancanieves, que venían silbando en fila, tomando vino y contando chistes verdes. A esta altura tenia dos opciones. O seguir jugando con su imaginación, o tratar de captar algo de lo que pudiera suceder afuera, y hacerse una idea en base a eso. Optó por la segunda, aunque interiormente reconoció que la primera propuesta era muy entretenida. Espero junto a la puerta, a que algo ocurriera. Melodía, que ya estaba acostumbrada a todo eso, se acerco a la mesa, tomo un cuaderno y se puso a escribir. Él la miró sin preguntarle nada y se dio cuenta de que ella tenia algo especial, bien no sabia que, pero esa intriga le gustaba. Y quizás ella también.

    Ya con el baúl afuera, lo que restaba era esperar. Y no pasó mucho tiempo hasta que comenzó. Fue como escuchar una conversación de la que no se sabe el tema de conversación, y de la cual no se conoce el idioma. Luego se escucho el baúl abriéndose, y el ruido de los objetos que eran retirados del baúl. Luego de una serie de ruidos que no pudo identificar, el silencio fue total. Lo único que se escuchaba era el leve sonido que producía la pluma al escribir en la hoja, moviéndose en una especie de vals ortográfico, y si se observara la letra de Melodía, también se podría decir que es hasta estético el vals de la pluma sobre la hoja. Y todo gracias a la misterios mutación de la tinta y de algunos minerales. Digo mutación debido a la capacidad que tiene de ser tinta, y al instante siguiente de ser letras. Lo mismo sucede con el grafito, ese material que suelen llamar Mina, pero que nada tiene que ver con algunas mujeres que son un tanto vulgares.

    -Ya esta - dijo ella, despegándose repentinamente de la hoja y descubriéndolo a él con su mirada fija en ella, como quien trata de estudiar algo - ¿queres meter el baúl vos?
    -Si como no. No creo que sea muy difícil. ¿O tiene algún truco?
    -Cero, nada. La única ciencia es tirar de la soga y meter el baúl para adentro.

    Él sujetó con ambas manos la soga y comenzó a tirar de ella. Afuera se escuchaba el raspar del baúl contra el suelo y eso le trajo una idea a la cabeza.

    -¿Nunca pensaste en ponerle rueditas al baúl?
    -¿Alguna vez se te perdieron cuatro rueditas juntas?
    -Mmmmm..... no.
    -A mi tampoco, entonces es poco probable que encontremos aquí cuatro rueditas para el baúl, que aún no han sido perdidas. ¿Entendés?

    Definitivamente, todo lo que decía Melodía, sonaba tan lógico.
    Cuando el baúl estuvo dentro, lo único que resto fue abrirlo con el único fin de ver el resultado del canje. El sentimiento se asemejo a sorpresa, pero parecía, que todo el que anda por estos lados se va acostumbrando de a poco a no sorprenderse en lo más mínimo. Dentro del baúl había comida y ahí fue cuando él comenzó a comprender la manera de supervivencia en este rincón de quien sabe donde.

    -Voy entendiendo. Podes comer, podes escribir ... es una buena manera de perder el tiempo.
    -Ganar el tiempo.
    -Ok, tenes razón. Y luego de todo eso, dormir.
    -Eso, dormir, salvo que...
    -¿Salvo qué que? - dijo él sin poder evitar una cara de espanto.
    -Salvo que nadie pierda el sueño en nuestro mundo.
    -Y... ¿eso es posible? - dijo él bordeando el abismo entre la tranquilidad y la desesperación.
    -No te preocupes - replicó Melodía - ¿te parece que con la cantidad de habitantes que hay en el mundo, nadie va a perder el sueño?

    A él no le quedo otro camino que la tranquilidad. Ahora entendía mucho más al viejo aquel que siempre acusaba de portador ilegal de ojeras. Al fin y al cabo el insomnio parecía una excusa para darle una mano a Melodía... y por supuesto a él, al menos a partir del momento en que llego a este lugar.

    -De a poco vas comprendiendo los secretos de este lugar.
    -¿Queda alguno?
    -No alguno, muchos quedan...

    Él no pudo evitar la tentación de preguntar más.

    -¿Cual es el secreto más grande?
    -Como salir de aquí - respondió ella como si se tratara de la cosa más simple.
    -¿Cual es? - preguntó mostrándose más que entusiasmado.
    -Me parece que vamos a ser dos para tratar de descubrirlo.

    Obviamente él no hizo más que mostrar su mejor cara de resignación, pero la cambio al ver que quizás no seria tan mala idea el quedarse en un lugar del que no se puede salir con una mujer como... y se dio cuenta de que no sabia el nombre.

    -Quiero preguntarte algo. Me paso algo raro recién, es que pensando y pensando, cuando quise llamarte mentalmente, no pude. ¿Cómo te llamas?
    -Mi nombre original no lo sé, lo olvidé. Me rebautizé Melodía, es que me gusta mucho esa palabra.
    -¿Es posible que yo olvide el mío?
    -¿Cual es el tuyo? - preguntó ella como adivinando el final.

    Preparó su lengua y su boca, y cuando fue a decirlo, no pudo. Al ver que no podía, Melodía le dijo:

    -Eso es un buen comienzo, creo que nos vamos a llevar muy bien. Quizás lo que podíamos hacer lo mismo que hice conmigo, invéntate un nuevo nombre y punto final.
    -En este momento me voy a poner a pensar. Después te lo digo, si se me ocurre.

    Mientras Melodía acomodaba el contenido el se acercó al libro negro que estaba sobre la mesa. El la primera hoja se podía leer "Diario", y a través de las hojas, de vez en cuando la letra variaba. Pensó que cada tanto el que escribía cambiaba, por lo tanto existía una forma de salir de este lugar. Leyó la mayor cantidad de hojas posibles y encontró poco y nada acerca de la forma de escapar. Lo que encontró fueron relatos acerca de los días que varias personas habían pasado en ese lugar. Todo era similar a lo que Melodía le había contado. Todos olvidaban, todos no sabían porque estaban en este lugar, todos olvidaban ciertas cosas que mejoraban su estadía. Luego de terminar de hojear el libro, siguió con la tarea que se había planteado al entrar a la habitación, mirar los objetos que estaban en la repisa. Enseguida se dirigió a la repisa esa que parecía atestada de objetos especiales, aquella en la que estaba el frasco de los suspiros, junto al reloj de las horas perdidas. Alzó su vista a la repisa superior y de un momento creyó ver algo que de verdad no podía ser. Era una copa de madera, muy rústica y que no decía nada, no significaba nada para quien la mirara por primera vez. Él había escuchado muchas veces miles de leyendas, pero nunca había creído. Había hasta llegado a creer en la existencia del Rey Arturo y sus caballeros. Pero nunca pensó que estaría frente al objeto deseado, no sólo por el Rey Arturo, si no también por todo el mundo. El giró su cabeza y buscó a Melodía para decirle lo que pensaba:

    -Melodía, es posible que... - le dijo a ella señalando lo más alto de la repisa.
    -Sí, es el Santo Grial - dijo ella, como si fuera lo más simple del mundo -¿acaso te sorprende? A que otro lugar iría a parar un objeto como ese, estando perdido por miles de años.
    -Suena tan lógico que no puedo discutírtelo.
    -La cosa es que esta aquí mientras muchas personas harían cualquier cosa por encontrarlo. Pero a mi no me interesa en lo más mínimo. ¿Qué ironía no? Pienso que debe quedarse aquí porque nadie esta preparado para ser inmortal. Si bien puede ser que parezca un poder el ser inmortal, yo pienso que es un castigo. Hay un ciclo de vida, y después de eso... supongo que vendrá otro, si realmente se lo merece.
    -Hay veces que pienso que no hay persona más molesta que aquella que vuelve de la muerte y cuenta: "Oh si, estuve en el túnel, vi la luz, mi familia me estaba esperando allí, pero... no tuve mejor idea que volver a la vida para decirles que van a tener que esperar a morirse para pasar a mejor vida, y jodanse, en realidad esta vida es una pista de despegue para la muerte". ¿Entendes lo que te digo? Es algo detestable. Si ya cruzaste una vez, para que volver, y encima refregarle en la cara a uno esa cosa de una vida mejor, si, pero después de morirse!!!!

    Ella lo miraba, escuchándolo, sin asentir ni negar sobre lo que él reprochaba. Luego se quedaron en silencio, él y ella, y fue uno de esos silencios que tan mal le hacen a las personas. Y que no sabían como quebrar, fue la primera vez que sucedió desde que se conocieron.
    Nunca supieron cuanto tiempo pasaron juntos en ese lugar. Compartieron muchas cosas, se conocieron, se contaron lo poco que se acordaban de sus vidas, y vivían la vida que les había tocado en ese lugar. Se abocaron a buscar la forma de escapar de ese lugar. Disfrutaban del hecho de estar juntos, e internamente cada uno sabia que en cualquier momento el chispazo iba a suceder. Es inevitable que después de un largo tiempo, entre dos personas que pasan demasiado tiempo juntos, suceda algo, atracción o rechazo. Pero ninguno se atrevía a decir nada al otro por temor a que algo fallara, y así tuvieran que compartir su eternidad en la misma habitación, pero tan distantes, como si estuvieran en los dos puntos más alejados del planeta.
    Pensaron mil y un formas de encontrar la salida. Hasta que una idea apareció. Surgió en el momento en que se preparaba un nuevo baúl para el canje. Mientras Melodía acomodaba en el fondo del baúl una pila de documentos de identidad, él hizo una pregunta:

    -¿A donde van a parar los objetos que se meten en el baúl?
    -La verdad que nunca me pregunte eso, pero supongo que se vuelven a encontrar. Que vuelven a su lugar de origen, a donde se perdieron para que le dueño los encuentre de una ver por todas. Supongo que es esa nuestra responsabilidad.
    -Ahí esta la clave - dijo él - que pasaría si uno de nosotros se metiera en el baúl. Decime por favor si pasaría lo que estoy pensando.

    Melodía se quedo callada durante un instante y no sabia que responder, no sabia cual era la respuesta, hasta que todo se le aclaró.

    -Podría ser lo que tanto estuvimos buscando, y quizás ninguno lo pudo escribir en el libro por que sólo se puede probar una vez, debe ser por eso - su cara cambio, fue como si una luz interna se hubiera prendido y su rostro irradiara una energía capaz de mover el mundo que había dentro de él - tenemos que probarlo lo antes posible, no hay otra vuelta que darle.

Por suerte el baúl tenia suficiente tamaño como para que los dos entraran dentro, quizás un poco incómodos, pero todo eso valía el intento. Primero probaron dentro de la casa y con un poco de esfuerzo lograron ubicarse dentro del baúl, pero la tapa no alcanzaba a cerrar. Una pequeña rendija les permitía ver un poco de lo que supuestamente pasara afuera. La acción seria así, primero se metería Melodía, el empujaría el baúl fuera y luego, fuera de la casa el haría lo propio para luego esperar, y esperar...
Hicieron todo como planearon, rápidamente el sacó el baúl sin dejar de tocarlo durante un segundo, e intentando no lastimar a Melodía, se metió dentro del baúl a esperar.

    -Nos olvidamos de algo, de escribir nuestro posible descubrimiento en el libro - dijo ella hacia su izquierda, donde él estaba.
    -Es bueno dejarle una oportunidad al que llega. Quizás les sea necesario quedarse un largo tiempo. Y así le evitamos cualquier tipo de tentación de volverse antes de lo previsto.
    -Esta vez tenes razón. Creo que para el próximo va a ser mejor así. Iba a decirte algo, pero me olvide. Espero verte a donde vayamos. - le dijo Melodía y luego le dio un leve beso en los labios que lo dejo petrificado y le hizo repensar todo el tiempo que compartieron juntos. - Hace mucho tiempo que tenia deseos de hacerlo, pero nunca me atreví. ¿Fue este un buen momento?

    Él no respondía, no decía nada, ni se movía.

    -¿Decime algo? ¿Estás vivo?
    -Eso creo, ¿puede uno sentirse más vivo que en otros momentos?.- le tomó la mano y se la sujeto muy fuerte - Espero verte a donde vayamos.

    Por la rendija que dejaba la tapa del baúl que no llegaba a cerrarse se pudo ver muy poco. Una luz que apenas resplandecía, una luz desconocida, que de un momento a otro comenzaba a brillar mucho más con cada segundo que pasaba. Y después hubo un segundo de oscuridad y todo desapareció.
    El calor del sol lo estaba quemando y eso fue lo que lo despertó. Estaba en medio del desierto, y su ropa estaba llena de arena. Un leve viento soplaba, supuso que había estado horas acostado sobre la arena, la piel le ardía y noto que algo le faltaba. Estaba solo, muy solo y eso lo empezó a torturar por dentro, cada vez más. Miró a su alrededor para ver si descubría donde podría estar ella, llevó dos dedos a sus labios y comenzó a sentirse muy triste. Caminó hasta la ruta más cercana. Estaba muy lejos de la ciudad y su única posibilidad de llegar a ella era seguir la ruta, hacer dedo y que alguien lo llevara a su casa, y quizás ahí podría hacer una averiguación de paradero... ¿pero por quien? No sabia el nombre, salvo que hiciera un identikit, tal vez eso funcionaria.
    Caminó mucho, hasta que atardeció y el hecho de que la noche llegara lo estremeció un poco. Aunque si no la encontraba pronto, quizás lo mejor seria volver a aquel lugar y resignar su vida a la soledad. Llegó a una estación de servicio, de esas que tienen un bar para tomar algo y se sentó en una de las mesas de afuera, y le dijo al dueño que no quería tomar nada, salvo que él le regalara algo, ya que no tenia dinero. Quizás fue el día, o quizás el dueño era bueno por naturaleza, pero la cosa fue que volvió con dos vasos de cerveza y se sentó en la misma mesa que él, y comenzaron a beber, de a tragos, como si fuera la ultima cerveza del mundo. Pero antes de seguir tomando, se le ocuriió brindar, levantó el vaso a la altura de los ojos, y dijo:

    -Por mi desgracia.

    El tipo de la estación lo miró, miró a sus espaldas y dijo:

    -La mejor cura para una desgracia seria tener una mujer como esa - e hizo un movimiento con la cabeza, señalando hacia donde se ocultaba el sol.

    Él giro su cabeza y solo pudo ver una sombra recortada en el sol brillante que se perdía en el fondo, pero pudo reconocerla y corrió hacia ella para abra-zarla y para decirle lo tanto que la quería. Llegó a su lado y los dos estaban llorando de la emoción y diciéndose cosas en voz baja como varios, "te quieros" unos "te extrañe" y varias palabras de reencuentro. En el fondo el atardecer estaba a punto de morir, la luz del poco sol que quedaba chocaba contra la palidez de la piel de Melodía, que apoyaba su oído en el pecho de él para escuchar el latir de su corazón, para sentir que estaba vivo. En la radio podía escucharse un tema de esos románticos, que hablan de reencuentros, de amores perdidos, y otras tantas cosas más.
    Era como uno de esos finales de películas en los que todo esta como uno desea y por suerte parece que todo va a terminar bien. Quizás en esta parte del mundo todo les resultara más complicado y más difícil, pero el hecho de vivir los reconfortaba, y eso mismo pensaron a lo largo de los años.
    No pasó mucho tiempo que la vida los encontró viviendo juntos y compartiendo cada segundo de la vida que pudieran. Pero hay algo que no olvidan nunca y por ello se preocupan. Cada tanto pierden algo a propósito, y si algo se les pierde, no se preocupan en buscarlo, saben que tarde o temprano volverá. Como la esperanza, que aunque se pierda, tarde o temprano vuelve y se nos da una nueva oportunidad para recomenzar todo.